Lo encontré una tarde en Liverpool, en el gift shop de TATE Gallery. Además de ser fan de las papelerías y las librerías, otro lugar al que no puedo evitar entrar es a las tiendas de los museos. Tienen lo mejor de ambos mundos: cuadernos con tapas de cuadros, libros de arte y un montón de chucherías lindas y temáticas que no se ven en las papelerías normales. 

El libro me llamó la atención enseguida. Se llamaba 642 things to write about y era grandote, gordo y pesado: nada cómodo para alguien que quiere viajar liviana. Llevármelo sería casi como andar con una guía telefónica en la mochila por placer. Cuando lo abrí no entendí cómo había vivido tanto tiempo sin él. No era un libro sino un conjunto de prompts —disparadores o consignas— para escribir y un montón de espacio en blanco. Era un libro-cuaderno.

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Mi yo viajera y mi yo escritora se empezaron a pelear.

—No seas ridícula, ¿vas a cargar este bodoque por toda Europa?

—Pero mirá lo que es, ¡tiene 642 consignas de cosas para escribir!

—Dame un papel que te invento las consignas yo en una sola hoja.

—Shh. Dejame mirarlo tranquila.

Leí la introducción: “This book was written in a single day”.

—Pf, ¿qué esperás de un libro que fue escrito en un solo día? Dale, vámonos a caminar por ahí.

Fue escrito por treinta cinco personas —todos escritores miembros del San Francisco Writer’s Grotto— en menos de veinticuatro horas. “In a single day, if you hit the right nerve, you could have something”. Podés seguir estas 642 consignas de manera literal, o podés usarlas para recordar que no, no todo está escrito, todas las buenas ideas no fueron usadas por otros, decía. “There are infinite numbers of things one could write about”, y con eso me convenció.

—Me lo llevo.

—Te vas a arrepentir cuando tengas que cargarlo.

—Basta.

Lo empecé ese día. Me senté en un café —otro espacio que me encanta frecuentar— y escribí durante horas. Para mí fue importante: hacía meses que estaba bloqueada y que escribir me demandaba un esfuerzo físico demasiado grande. Haber puesto tanto en mi primer libro me había dejado vacía, sin inspiración. La primera consigna que completé fue: What can happen in a second.

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Lo seguí escribiendo en Londres y en Hungría y en Francia y en España y en todos los países por los que pasé después. Este libro es el espacio donde puedo escribir sin pensar si el texto es bueno o malo, donde puedo improvisar y no hacerle caso a mi censurador interno, es mi manera de entrar en calor, por eso lo quiero tanto. Cuando me enteré de que existía la segunda parte, “712 more things to write about”, lo pedí por internet. No, no terminé el primero, me falta un montón, pero tenía que tener el otro también, fue más fuerte que yo.

712 tiene disparadores más cortos, para escribir entre cinco y diez minutos. Estos fueron los primeros dos que completé.

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Se los recomiendo muchísimo. A mí me devolvieron las ganas de escribir por escribir, de jugar con los textos, de inventar, de imaginar situaciones que nunca pasaron. Parecerá exagerado, pero son libros que me salvaron y me sanaron. Lo único que no sé es qué voy a hacer con ellos la próxima vez que me vaya de viaje, tendré que dejar algo en casa y hacer espacio para este kilo de consignas.