Ayer fui a una maratón de lapiceras
Ayer fue “La noche de las librerías” en Buenos Aires y yo caí sin saberlo. Fui porque un amigo me invitó a ver una charla de historieta argentina y recién cuando vi que la avenida Corrientes estaba cortada y que había puestos en la calle me di cuenta de que era un evento más grande. En una de las mesas, un grupo de artistas dibujaba tapas de libros a pedido, había que completar un papelito con alguna de las siguientes opciones: “Título y autor de tu libro preferido”, “Título y autor de un libro que te llegó por correo”, “Título y autor de un libro que no pudiste terminar”, “Título y autor de un libro que querés que te regalen”, “Título y autor de un libro que regalaste”, “Título y autor de un libro que no entendiste”, “Título y autor de un libro que no existe”. Después de dibujar la tapa, real o inventada, la colgaban de un hilo con un gancho de ropa y quedaba en exposición al aire libre. Y por cosas así es que me encanta Buenos Aires.
Osito
Llegó a mi vida en avión. Cuando aterrizó en mi cuna teníamos casi el mismo tamaño: yo tenía un año y él tres. Era blanco y de ojos marrones, y su única ropa era una cintita de terciopelo roja y azul atada al cuello. Mi mamá lo había comprado en Schwarz, la mejor juguetería de Nueva York, como recompensa por haberse ido tres semanas de viaje cuando recién empezábamos a conocernos. Quedé a cargo de una niñera alemana, de la que recuerdo sus vestidos de flores y una medalla redonda que le colgaba del cuello, mientras mi mamá estaba de gira con artistas y gente famosa como Monzón y Marta Minujín. En aquella época yo no entendía lo que era viajar ni tampoco entendía que mi mamá pudiese tener una vida que no me incluyera, mucho menos en otro país, pero con esa ausencia temprana ella me enseñó a soportar las separaciones por viajes. Sospecho que veinte años después se dio cuenta y se arrepintió.
Una lectora en Londres
Decidí volver a Londres con un objetivo concreto: pasar varias tardes en Waterstones, una de las librerías más grandes de Europa. Conocí Waterstones de casualidad, la primera vez que estuve en Londres, cuando caminaba por Picadilly y vi una vidriera que me llamó la atención. Entré sin imaginarme que me esperaban cinco pisos y un subsuelo de libros y sillones. Estaba viajando sola, así que pasé gran parte de mi estadía metida ahí adentro, con pilas de libros y horas por delante. Unos meses después, cuando vivía en Biarritz (Francia), me obsesioné con volver.
Meditación para principiantes
Hace un tiempo me empezó a llamar la atención la meditación, pero siempre pensé que no era algo para mí. Mi cerebro no se calla nunca, y no es que diga cosas inteligentes todo el tiempo, sino que no para de hablar de lo que sea, por eso pensé que meditar era algo para gente más… espiritual, tranquila, iluminada no sé cómo decirlo. Este video me cambió la percepción de las cosas, así que voy a intentarlo.
Veo caras en las cosas
No sé cuándo fue que empecé a verlas. Un día las caras aparecieron. En Asia me perseguían los naipes, en Europa empezaron a perseguirme las caras. Eran tan obvias que no podía no verlas, a veces me daban ganas de frenar a alguien y preguntarle: “Disculpe, ¿usted no ve esa cara que nos mira? ¿no lo pone un poco nervioso que las cosas tengan ojos?”. Pero en vez de hacer eso, empecé a armar una colección de fotos.
Instrucciones para mirar por la ventana
Autora: Aniko Villalba
{ Aviso: este texto NO es de Cortázar, solo está inspirado en él y en sus instrucciones para hacer actividades cotidianas. Pongo esta aclaración porque lo vi circulando en webs y redes como si fuera de su autoría y, si bien es un halago para mí, no quiero ser la autora de un texto apócrifo de este gran escritor! }
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Primero, busque una ventana.
Si bien esto puede sonar obvio, antes de elegir la suya tiene que saber que existen varios tipos de ventanas: estáticas y en movimiento, altas y bajas, agrupadas y solitarias. De la combinación entre ventanas altas, agrupadas y en movimiento surgen los aviones; las ventanas altas y estáticas solo se encuentran en los edificios; las bajas y en movimiento suelen reunirse en los autos; y las bajas, estáticas y solitarias son quizá las más frecuentes. Elija la que elija, lo importante es que le quede cómoda y que sirva a sus intereses. No intente mirar por la ventana de un avión si usted se quedó en el aeropuerto, tampoco pretenda verle los zapatos al vecino desde un piso dieciocho.
Yo no tuve superhéroe
Las puertas de mi vida
La consigna que salió de la bolsita de 100 ideas era: escribí acerca de (o dibujá) algunas de las puertas de tu vida.
“La puerta rompe el espacio, lo escinde, impide la ósmosis, impone los tabiques: por un lado estoy yo y mi-casa, lo privado, lo doméstico (el espacio recargado con mis propiedades: mi cama, mi moqueta, mi mesa, mi máquina de escribir, mis libros, mis números descabalados de La Nouvelle Revue Française…), por otro lado están los demás, el mundo, lo público, lo político.”
(Georges Perec en Especies de espacios)
La puerta principal de mi casa-cueva está desgastada por la sal. Es azul, tiene la pintura descascarada y los hierros oxidados. A veces, cuando el cartero no encuentra a nadie adentro, me deja las postales y los sobres enganchados en esos hierros. Otras veces se escuchan golpes: son los dueños o algún amigo. La puerta es pesada y tengo que empujarla con las dos manos —a veces con un pie— para entrar. Para cerrarla bien hace falta tirar con fuerza, hasta escuchar un click.
Cosas que hago para escapar
La consigna de hoy, según Keri Smith: “Write a list of all the things you do to escape” (Hacé una lista de las cosas que hacés para escapar)
* Dormir. Mi escape número uno, el que uso en situaciones extremas, como cuando se murió una de mis mejores amigas y me avisaron por teléfono y grité y lloré y a los cinco minutos me quedé dormida con el deseo de despertarme cuando ya no me doliera, o de despertarme y que todo hubiese sido un mal sueño.
Catálogo de olores y sonidos de Biarritz
Sos un explorador y esta es tu misión
Sos un explorador.
Tu misión es documentar y observar el mundo que te rodea como si nunca lo hubieses visto.
Tomá notas. Coleccioná cosas que encuentres en tus viajes.
Documentá tus hallazgos.
Notá los patrones. Copiá. Calcá.
Concentrate en una cosa a la vez.
– del libro “Cómo ser un explorador del mundo” de Keri Smith
Carta a mi futura yo
21 de abril de 2015
Querida Aniko de 39 años:
Antes que nada: ¡39! ¿Te acordás cuando creías que nunca ibas a crecer? ¿Qué se siente estar a un paso de los cuarenta? Creo que tengo más preguntas que cosas para contarte. ¿Tenés hijos? O, mejor dicho: ¿cuántos hijos tenés? ¿Tres como querías? ¿O quizá con uno fue suficiente? ¿O te emocionaste y ya vas por el cuarto? ¿Cómo serás como madre? ¿Cumpliste tu sueño de la casa rodante? ¿Estás educando a tus hijos mientras viajás? Me intriga mucho conocerte… ¿Cuántos libros publicaste? ¿En cuántos países estuviste? ¿Alguien se murió? ¿Cuántas veces lloraste? ¿Tenés gatos? ¿Aprendiste a no enojarte por cosas que no valen la pena?
Me olvidé las antiparras
Salgo apurada. La pileta cierra a las cinco y ya son las cuatro. Tengo diez minutos de caminata, y entre que me cambio y todo eso voy a terminar entrando al agua a las cuatro y veinte. Camino rápido, pero voy con pocas ganas. Me encanta nadar, pero ir a la pileta es algo que me cuesta mucho: recién disfruto el ritual cuando estoy adentro del agua, todo lo que viene antes me parece odioso. Hace un mes que retomé natación, estoy yendo entre dos y tres veces por semana y me siento muy bien. Las ideas me fluyen mucho mejor en el agua.
Paréntesis
Soy otra
Desde que salió el sol en Biarritz soy otra. Fueron casi dos meses ininterrumpidos de lluvia, nubes y viento. Hace unos días me desperté con una luz rara que entraba por la ventana: ah, así era despertarse con el sol en la cara. Hace mucho que no me pasaba. Me activé enseguida, y cuando me activo se me da por limpiar. Agarré unos guantes rosas que encontré en la cocina y me puse a fregar las paredes del baño. Teníamos una colonia de hongos viviendo con nosotros y era tiempo de desalojarlos. Hasta acá llegó mi tolerancia a la humedad. Después de limpiar la cocina salí a caminar, algo que no hacía hace bastante.
El primer paso para estar más atento
“Empezá a notar qué es lo que notás”, dice Lynda Barry en su libro What it is.
Y a mí me parece que ese es el primer paso para empezar a mirar mejor: ser consciente de qué cosas te suelen llamar la atención.
Las piedras del equilibrio
Las encontré una tarde de octubre durante una sesión de terapia de mar. Estaba en la playa, enojada conmigo y con la vida, y sentí el impulso de caminar lo más lejos posible. Avancé descalza por el borde del mar, dando pasos rápidos, y dejé que el agua me mojara los pies. Estaba fría. No soy de hablar sola, pero a veces, cuando tengo una necesidad muy fuerte de decirme algo, los pensamientos me salen en voz alta, así que durante esa caminata hablé conmigo, me conversé, me analicé y me reté. Estaba en un momento en el que no sabía si quedarme en Francia, mudarme a Barcelona o volver a Argentina, así que visualicé esos escenarios en voz alta y después de relatarme lo que pasaría en cada lugar me di cuenta de que estaba donde tenía que estar. Me faltaba disfrutar más del presente y no estar siempre a la espera de cosas.
Todo es escribible
Cuando te das cuenta de que todo lo que te pasa, lo que ves y lo que vivís es escribible, empezás a mirar el mundo de otra manera: todo es material para un texto.
Podés, entonces:
– recordar eso que te pasó en el colegio y que preferiste olvidar, los momentos horribles de tristeza, vergüenza, humillación, esa vez que te pusiste a llorar en el comedor porque te dolían los aparatos fijos, la vez que se corrió el rumor de que había una foto tuya en portaligas, cuando tu amiga te contó que estaba enamorada de tu ex novio y vos hiciste de cuenta que no te importaba;
Es tinta
Cuando las húngaras me preguntaron qué era esa marca negra en el dedo, me reí. Nos estábamos despidiendo en la puerta de su casa en Sopron, un pueblo del interior de Hungría, después de tres horas de charla. Vera, la mayor, me había contado su historia de vida y yo había tomado apuntes mientras mi mamá traducía.
—No es nada, es tinta —respondí en castellano, esperando a que mi mamá les explicara.
No hizo falta. La palabra tinta se dice igual en varios idiomas. Casualidad: en indonesio y húngaro, dos idiomas que estudié y que no tienen ninguna relación, tinta se dice tinta.
Cada vez que escribo a mano se me forma una mancha de tinta en el dedo anular derecho. Debe ser porque agarro mal la birome y arrastro la mano sobre la hoja en algún ángulo raro, pero se forma siempre ahí, en el mismo lugar. Muchos me preguntan qué me pasó, si me golpée, porque piensan que es un moretón. Pero a mí esa mancha me pone contenta porque quiere decir que estoy escribiendo. Es como un trofeo que solo yo conozco y que me gano siempre, escriba mal o bien. Es el premio por aparecer en la página e intentar lo que sea.